Mi soledad no tiene nombre ni límite y se dobla en este horror de pensar que siempre estuve en realidad solo, que mi vida no se completó durante los cinco años de la vida de un ser hecho para mi y que me había penetrado. Ahora considero que siempre me fuiste extraña. Tú no tenías nada que temer mientras yo pudiera creer que me comprendías. Nunca comprendiste ni lo que yo era, ni lo que podía buscar en el mundo y te ruego que pienses que te disminuiste y te rebajaste al dejarme. No eres nada. Nunca lograste conmover con un acuerdo inteligente, melodioso, el monstruoso silencio que me rodea, que los dioses lanzaron sobre mi como una venganza por haberme hecho nacer con esta implacable lucidez...